No puedes decir que has visto Viena si no has visitado el palacio rococó de Schönbrunn. Antigua sede de los Habsburgo (¡dí que conoces la historia de la emperatriz Sisi!), ahora es un museo. Sin embargo, no fue el museo lo que nos atrajo a Nico y a mí a Schönbrunn, sino los magníficos jardines que rodean el palacio y proporcionan un respiro en una calurosa tarde de verano.
Schönbrunn
En realidad, la historia de Schönbrunn comenzó con los jardines. En 1569, el emperador Maximiliano II compró estas tierras entre los distritos de Meidling y Hietzing. El parque se concibió inicialmente como zona de caza recreativa: el emperador dejó entrar en él faisanes, patos, ciervos y jabalíes. El primer palacio se construyó más de un siglo después. Sin embargo, el palacio de Schönbrunn no adquirió su glamour hasta el siglo XVIII, cuando la emperatriz María Teresa recibió la propiedad como regalo de bodas. El palacio debe su estilo neoclásico a los esfuerzos y el gusto del emperador Francisco I.
Francisco José, el emperador que más tiempo reinó en Austria, nació y murió en Schönbrunn. Tras la caída de la dinastía de los Habsburgo, el palacio pasó a ser propiedad de la República Austriaca. Hoy Schönbrunn alberga un famoso museo y el parque que lo rodea está abierto a los ciudadanos de Viena y a los visitantes.
