El puente Ha’penny, con su rica historia de más de dos siglos, ha sido siempre un hito emblemático de Dublín, una vía peatonal sobre el río Liffey, que invita a los visitantes a experimentar tanto su belleza arquitectónica como las historias que encierra. Pero durante mi reciente visita a Dublín, se convirtió en algo más que una maravilla histórica: se convirtió en un lienzo de colores, en una encarnación de la propia bandera irlandesa.
Aún recuerdo aquella primera noche en Dublín. El sol acababa de ponerse y las nubes corrían, pintando un cielo dinámico. Con la cámara en la mano, jugué con largas exposiciones, intentando captar el movimiento de los cielos arriba y las aguas tranquilas abajo. El Puente Ha’penny permanecía allí, silencioso, aparentemente inalterado por el paso del tiempo.
Descubrir la bandera irlandesa
Sin embargo, la verdadera magia comenzó la noche siguiente. Mientras paseaba por el río Liffey, captando su serena belleza, volví a encontrarme con el puente Ha’penny. Recordé que la noche anterior había visto una luz verde rota. Esta vez, empezó a formarse una idea. ¿Podría convertir esta “imperfección” en una narración visual única?
Al cruzar el puente, la visión se hizo más clara. Las aguas de abajo reflejaban un espectáculo: los colores de la bandera irlandesa. El lado izquierdo, iluminado por la luz verde bajo el puente, el centro del propio puente brillando de blanco puro, y a la derecha, la entrada al barrio de Temple Bar, bañada por un resplandor anaranjado ambiental de las luces del atardecer.
La emoción se apoderó de mí. Preparé mi cámara y opté por una exposición de 60 segundos. El suelo bajo mis pies temblaba al paso de los peatones que celebraban la victoria de Dublín en el Campeonato de Irlanda. Hicieron falta seis intentos, cada vez esperando ese momento perfecto de quietud, para captar el reflejo de los tricolores.
Verde para gaélico, católico y republicano. Naranja para anglicano, protestante y unionista. Y el blanco, que representa la esperanza de paz entre ambos.
Aquella noche, el puente Ha’penny se convirtió en algo más que una estructura: se convirtió en un reflejo del alma de Irlanda, de su pasado, presente y futuro.