Un viaje a Dublín promete cultura, belleza pintoresca y, por supuesto, pubs irlandeses. Por ello, uno de sus lugares más emblemáticos es el Temple Bar. A través de mi objetivo, en una serena mañana de domingo, fui testigo de este famoso lugar de una forma que muy pocos lo hacen.
La Paleta del Amanecer
Al despertarme con el ambiente de las calles de Dublín, me dirigí más allá del Ayuntamiento hacia el barrio de Temple Bar. A medida que me acercaba al Temple Bar, la mañana tocaba su sinfonía de colores. A mi izquierda, el cielo parecía haber sido pintado con un pincel bañado en sol dorado, iluminando el horizonte y arrojando un delicado resplandor sobre el entorno. A la derecha, el lienzo azul profundo seguía intacto por el amanecer, un recordatorio de la noche que acababa de pasar.
En el centro de este dramático panorama se alzaba el orgulloso edificio del Temple Bar. La icónica fachada roja del pub de la planta baja estaba radiante, exudando calidez y bienvenida incluso a esas horas tan tempranas. Por encima, la construcción de ladrillo rojo de los dos pisos superiores parecía majestuosa y resuelta. Curiosamente, las luces de la taberna seguían encendidas, tal vez un guiño a las fiestas de la noche o una invitación para el día que se avecinaba.
Un momento en el tiempo
Era un espectáculo que pocos habían visto. El habitualmente bullicioso distrito de Temple Bar estaba en un estado de tranquilo reposo. Sin un alma a la vista, el bar parecía tomarse un breve respiro, recogiéndose antes de otro día de júbilo y melodías.
Esta fotografía habría sido un mero sueño si no hubiera sido por los encuentros fortuitos y las decisiones del día anterior. Ya fuera por el encuentro fortuito con Anthony, un fotógrafo local, en Ha’penny Bridge la noche anterior -me dijo que los domingos por la mañana son buenos porque los bares cierran antes que en Alemania y los borrachos ya están en casa-. O si fue la marcha implacable de mis 31.000 pasos en las primeras 24 horas en Dublín. Los elementos habían conspirado para llevarme a este momento exacto de asombro.
Tras las Huellas de la Historia
Pero aunque el Temple Bar es hoy sinónimo de alegría y jolgorio, sus raíces se hunden en lo más profundo de la historia de Dublín. Los orígenes medievales del distrito y su posterior reurbanización en el siglo XVII han dado forma a sus calles y edificios, tejiendo un rico tapiz palpable y venerado. El propio nombre del bar podría ser incluso un guiño al histórico distrito londinense de Temple Bar, que sirvió como principal puerta de peaje de la ciudad en la época medieval.
Cuando empezaron a caer las primeras gotas de lluvia apenas unos minutos después de capturar la imagen, me puse a cubierto, reflexionando sobre mis primeras 24 horas en Dublín. Desde el mismo momento en que puse un pie en la ciudad, ésta se había ido desenredando ante mí, capa a capa. Y justo en su corazón, el Temple Bar se erigió como testimonio de su espíritu y resistencia.